domingo, 23 de enero de 2011

Gas, carbón y depresión

Aunque viví el histórico paro contra el alza del precio del gas a diez mil kilómetros del epicentro, enterarme de que se había llegado a acuerdo me emocionó igual. Admito, a riesgo de sonar cursi que, contra todos mis instintos anti-chauvinistas y pro-cosmopolitas, me enorgullecí de ser parte de ese ethos puntarenense, patagónico y porfiado. A la euforia, sin embargo, siguió un malestar creciente que se transformó en depresión. Ya sé, dirán algunos, que éste es el momento para celebrar y no para lamentarse. El problema fue que me puse a pensar en el futuro. Y el futuro es siempre incertidumbre, y la incertidumbre es siempre angustia. Esto fue lo que pensé:
Si la movilización ciudadana en Magallanes fue un éxito rotundo y transversal, se debió en gran parte a que la medida contra la cual se estaba luchando afectaba de capitán a paje, a toda la pirámide económica desde los micro-organismos (las micros Movigas) hasta los grandes depredadores o consumidores (y digo esto sin ánimo de sonar peyorativa: industria, empresa eléctrica y grandes negocios). No hay mejor acicate para la acción que cuando a uno le tocan el bolsillo, no importa cuán grande o cuán estrecho. Y eso se vio claro en la unidad desplegada. Pero, y aquí viene la primera pregunta depresiva: ¿será capaz Magallanes de mantener una sola voz cuando se discutan proyectos como Mina Invierno en Isla Riesco, de impacto profundo, pero cuyos efectos no le parecerán tan tangibles ni tan urgentes a la mayoría?Isla Riesco, a pesar de formar parte de la región, nos suena a quienes no somos estancieros a terra incognita, tal vez ni siquiera visitada; un espacio entre la realidad y el sueño de cuyas maravillas se oye hablar, pero del que ni siquiera se tiene una imagen mental. Para no perder más tiempo (el proyecto ya está siendo evaluado por CONAMA), pido a los lectores que cierren los ojos e intenten recrear en su cabeza lo que sería un hoyo negro de 180 metros de profundidad y casi 500 hectáreas de diámetro. ¿Lo toleraría en su patio, o en Tres Puentes, o camino a Natales? Sin duda preguntarían si me había vuelto loca, y no dudarían en organizarse contra la propuesta. Pero eso es más ni menos lo que se quiere hacer en uno de los lugares más prístinos de Chile, para luego alimentar con el carbón extraído las plantas termoeléctricas del Norte. Aquí a la vuelta, a sólo 160 kilómetros del indio de la plaza.
Segunda pregunta depresiva: ¿Mantendrá LAN ese altruismo a toda prueba que desplegó hacia los pasajeros varados durante las jornadas de paro? Reconozco que me tuve que leer la noticia dos veces. ¿LAN Airlines, dispuesta a compensar a las víctimas de la contingencia de último minuto? Creí estar en un mundo paralelo. Qué diferente sería la vida de los magallánicos si el respeto por las emergencias personales –y no sólo regionales– contara para las líneas aéreas no por pocos días, sino todo el año. Aprovechando el impulso, me atrevo a sugerirles que lo intenten, que no van a quebrar por hacerlo y que hasta se podrían ganar el respeto de sus clientes, que muchas veces no lo son por opción, sino porque no hay alternativa. Lo dejo hasta aquí, y perdón si he contagiado a alguien con mis cuitas.

El lado oscuro del carbón

Sobre fondo blanco e inmaculado, dice en la página web del proyecto Mina Invierno, de Minera Isla Riesco, que se planea la explotación a rajo abierto, para producir anualmente entre 3 y 6 millones de toneladas de carbón sub-bituminoso (de baja capacidad calórica) por un plazo de hasta 30 años. La inversión, de 200 a 300 millones de dólares, incluye un puerto para despachar el mineral al norte; con esto se espera disminuir la dependencia nacional de fuentes extranjeras, que hoy constituyen casi el total de la oferta. Se anuncia además que durante la construcción se crearán mil empleos, para bajar en las próximas décadas a unos 400 directos y 300 indirectos. Agregan en la sección Medio Ambiente que éste es de “vital importancia”, y que van a aminorar el impacto “restituyendo la capa vegetal al término de la explotación”. En cuanto a las relaciones con la comunidad, aseguran seguir la “política del buen vecino”.
¿Qué es lo que habría que agregar a la blanca e inmaculada página? Vamos por orden. Luego de siglos de minería de carbón sub terra, graficada en las novelas de Baldomero Lillo y en los dibujos de Van Gogh (en carboncillo, valga la ironía), hoy la tendencia son las minas en superficie, del tipo propuesto aquí. Menos peligrosas para los trabajadores, que antes morían por miles reventados por el gas grisú o con los pulmones tapados de hollín, éstas últimas tienen sin embargo un mayor impacto en el medio ambiente. Como lo acredita la fundaciónEnvironmental Literacy Council, explotar el carbón a rajo abierto provoca no sólo erosión y pérdida de hábitat, sino que además contamina el aire con partículas tóxicas y exige remover cantidades enormes de suelo. Para darse una idea, para obtener una tonelada de carbón se calcula que hay que sacar 25 toneladas de tierra. Suponiendo que Mina Invierno alcance su máxima producción anual de seis millones de toneladas, se extraerían… ¡150 millones de toneladas de tierra cada año! O sea, ¡4.500 millones de toneladas en las tres décadas que se la quiere hacer producir! ¿A dónde irían a parar? Nada se ha dicho, pero probablemente el montículo podría pasar a formar parte de las altas cumbres de la Cordillera Riesco.
Prosigamos. Parte clave de la inversión se destinará a construir un puerto para despachar desde allí el mineral adonde lo necesitan, o sea, lejos de aquí, a las centrales termoeléctricas de la zona norte y centro. Éstas son generadoras como ninguna de emisiones de carbono, que Chile se comprometió a reducir en la cumbre de Copenhague en 2009. Como dato anecdótico, los grupos económicos Angelini y Von Appen, dueños de Minera Isla Riesco, suman juntos un 50 por ciento de participación en Guacolda, la mayor importadora de carbón en Chile y abastecedora de energía para la cuarta región.
En lo referente a empleos, nada se detalla acerca de la calidad de éstos o de cuántos serán para magallánicos. Como suele ocurrir con los proyectos mineros, además, la creación de trabajos es modestísima con relación a la inversión y a las ventas.
Si el medio ambiente les concierne, es por lo menos curioso que la única medida mencionada para paliar los efectos negativos de explotar una mina a rajo abierto de 500 hectáreas y 180 metros de profundidad sea plantar pasto al final. Falta también aclarar qué se hará con el drenaje ácido generado, que contamina las fuentes de aguas subterráneas y superficiales. Si un plan de mitigación ni se nombra en la página web, es de esperar que exista al menos en el EIA presentado ante la Corema.
Por último, cabe preguntarse qué se entiende por política del “buen vecino”. Los cuarteles generales de la compañía quedan en Avenida el Bosque Norte 500, Las Condes. En Punta Arenas sólo tienen una oficina y una casilla.
Uno de los directores de Minera Isla Riesco declaró que este proyecto, junto con Hidroaysén, constituían las dos grandes promesas con las que contaba Chile para paliar el problema de la energía. No creo que ni el uno ni el otro sean la solución. Mientras éste se plantee desde la perspectiva de la oferta, ni el carbón, ni la mega-hidroelectricidad, ni siquiera una central nuclear darán abasto. Lo que hay que hacer más bien es ver cómo reducir la demanda, optimizando e incentivando esa optimización, por ejemplo, con subsidios a construcciones con aislación adecuada y paneles solares. La tierra ya está bien caliente. ¿Para qué echarle más carbón?
Esta columna también puede verse en el diario El Ciudadano y en la página webde No a la mina.
La versión completa en dos partes puede leerse aquí: 
El lado oscuro del carbon IEl lado oscuro del carbon II.
Para un ejemplo de los efectos que tienen estas minas a tajo abierto en Estados Unidos, aquí un excelente reportaje del New York Times.

No hay comentarios:

Chile, Caimanes, Los sin agua