Hace algunos meses, el recién estrenado Presidente Piñera sorprendió al anunciar personalmente, durante una visita a Arica, la desafectación de una porción del Parque Nacional Lauca, con el objetivo de posibilitar allí explotaciones mineras a gran escala, de manera de dar un impulso al “desarrollo” de la región. Esta propuesta, por cierto, no fue especificada como parte del programa electoral del mandatario, ni figuraba en la agenda pública del gobierno hasta ese momento. En todo caso, no se trata de una iniciativa nueva, sino que se remonta a la época del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, cuando se realizaron estudios detallados al respecto; sin embargo, la férrea oposición local, el enorme descrédito político y la inminente violación a los convenios internacionales suscritos por Chile que implica la desafectación de un Parque Nacional se impusieron, y la propuesta había permanecido durmiendo desde entonces.
Ahora, el tema resurge de la mano de la propuesta de grandes transnacionales de la minería, entre ellas Río Tinto y Anglo American -que cuentan con muy malos antecedentes en materia ambiental-, a las que, lamentablemente, se suma la estatal Codelco. El seremi de la región estima que la minería podría invertir hasta US$ 2 mil millones durante los próximos ocho años, una vez que se concrete la desafectación del Lauca, cuestión que, señala, depende de una decisión del Ejecutivo.
Ceder a la presión de las grandes mineras –incluida la cuprífera estatal- para que se les autorice a explotar un territorio protegido por leyes nacionales e internacionales, entregaría una pésima señal en términos de la independencia del Presidente.
Una vez más, sin embargo, es necesario preguntarnos cuál es el riesgo que implican estas promesas de desarrollo de las grandes mineras, avaladas hoy por el gobierno. Pese a constituir uno de los ecosistemas más áridos del planeta, el extremo norte del país –específicamente la zona del Parque- alberga una rica biodiversidad, incluyendo más de 60 especies de aves, además de diversos mamíferos y una flora de alto valor. Entre ellos destacan el guanaco, la vicuña, la llama, la alpaca, además de la presencia de pumas, zorros y vizcachas; entre las aves destacan el flamenco chileno, el ñandú y el cóndor. Todos ellos encuentran un refugio no sólo en el Lauca, sino que en las otras dos áreas protegidas de la región: la Reserva Natural Las Vicuñas y el Monumento Natural Salar de Surire, que configuran un sistema integral que ha permitido, de alguna manera, conservar estas especies animales, además de importantes especies vegetales, como la llareta.
La propuesta del “consorcio” gobierno-gr an minería implica desafectar 40 mil hectáreas del Parque Nacional Lauca, lo que constituye el 30 por ciento de la superficie total de esta área protegida. Los argumentos que señalan que estos terrenos son “de escaso valor” y que pueden ser fácilmente reemplazadas por terrenos en otras zonas (aunque no se especifica donde ni como), no hacen más que evidenciar la peor clase de ceguera: la del que no quiere ver. Son de sobra conocidos los estudios científicos que señalan la estrecha y, al mismo tiempo, frágil interrelación que se establece entre un territorio, por un lado, y la flora y fauna que alberga, así como la hidrografía, el clima, etc. Este último cobra especial relevancia en este caso; la zona presenta características especialmente inhóspitas para los seres humanos (oscilación térmica diaria de hasta 25º, escasa pluviosidad, concentrada en el verano, entre otras), pero a la que han logrado adaptarse animales y plantas, formando un ecosistema único.
Ecosistema que, indudablemente, se ve seriamente amenazado ante la eventualidad de iniciarse faenas industriales de gran escala, generando impactos no sólo en términos de la transformación de la geografía, sino también por el transporte de maquinaria pesada, generación de desechos tóxicos a gran escala y utilización de las fuentes de agua locales.
El episodio Barrancones, que marcó la intervención presidencial para impedir la construcción de una termoeléctrica en un lugar de alto valor ecológico, tuvo como un claro efecto demostrar públicamente que la preocupación medioambiental de Sebastián Piñera no corresponde sólo a un discurso sino que el mandatario está dispuesto a tomar decisiones concretas al respecto, pese al costo que esto puede implicar. Sin embargo, de concretarse la desafectación del Lauca, el Presidente estaría borrando con el codo lo que escribió con la mano. Ceder a la presión de las grandes mineras –incluida la cuprífera estatal- para que se les autorice a explotar un territorio protegido por leyes nacionales e internacionales, entregaría una pésima señal en términos de la independencia del Presidente, e implicaría un fuerte retroceso en términos de la protección del medio ambiente en el país.
Extracto de El Mostrador » Blogs y Opinión
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